09 junio 2006


Permiso de soliloquio en una tarde de domingo

Allí está. Tantas veces imaginada y ahora, allí está. La intolerante pregunta, una y mil veces repetida, se re formula –dicen algunos- por última vez. Y aunque no baste para afirmar cada uno de los vagos pensamientos presentados aquella tarde de seudo romanticismo primaveral regalada al mes de noviembre. Sirvió para descubrir que allí está. La retórica de los inconsistentes presentada como fuerza de mamut, poco sirvió para resistir ante tanto poder y entonces: allí está. De todas formas el imaginario colectivo aportó su cuota de deseo e ilusión para gestar una suficiente demostración de que los días podían presentarse plenamente cuando no intentamos convocarlos. Sin embargo habría que pecar de realistas, aquietar el pensamiento por un instante –tal como sucediera involuntariamente aquella tarde- y observar la formalización de lo bello como un momento de equilibrio entre la libertad - que no es otra que la renuncia a todo tipo de autoridad intelectual- y el deseo de ver, lo que allí está presente en materia, presente en forma. Ahora lo concreto desconoce el correcto lugar y la mutación de pensamientos y creencias dan avance a la razón “del no-saber”. Ya imposibilitado, el por-venir muestra su espacio y lo incierto escapa del circulo vicioso de memorias y coherencias reciclando al sabio y presentando al aprendiz. Ahora solo basta con creer que allí está y salir al encuentro otorgando permiso al deseo de lo desconocido.

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